Con miles de lectores en todo el mundo, Rose Gate vuelve a sorprendernos con una divertidísima romcom que romperá todos tus esquemas. Me llamo Cassey, aunque mis amigos suelen llamarme Crash. ¿El motivo? Porque soy rompebodas profesional. Si he aprendido algo después de veintiséis años al lado de mi madre es que, en el fondo, todo es cuestión de interés. Tengo una innovadora empresa en auge, dedicada a atrapar a los cazafortunas más escurridizos. Para ello cuento con un equipo de tentadores dispuestos a hacerlos caer.

Dani es feliz, cree haber encontrado el amor y el trabajo de su vida. Víctor es el hombre perfecto, es guapo, trabajador y quiere que Dani se convierta en su mujer. Una oportunidad laboral los llevará a cambiar de ciudad, y será en su nuevo trabajo donde Dani conocerá a Rafa, un hombre que despierta en ella emociones de las que se pensaba incapaz. Pero ¿podrá saltar al vacío y dejar atrás su vida segura aunque algo aburrida y un futuro estable?

Cuando Dakota Adams volvió a casa, tras pasar varios años en el extranjero, lo que menos esperaba era encontrarse que su madre se había casado en secreto.

Una historia de amor tan mágica como la Navidad. Adriana Peña, técnica de sonido de Navacerrada, vive tan enamorada del famoso cantante estadounidense Deacon Black que incluso lleva tatuada una frase de una de sus canciones. Por eso, cuando le ofrecen trabajar en la gira asiática de Deacon, acepta emocionada. Aunque su relación es puramente laboral, una noche coinciden en el spa del hotel y hablan de todo menos de trabajo. Disimular estando a solas con su crush se le hace muy difícil, pero debe ser profesional, así que se calla sus sentimientos.

Me llamo Jane Wallace y soy la sheriff de San Valentine Falls, un minúsculo pueblo de Missouri conocido por supurar corazones y destilar amor. Todo iba bien esta mañana, hasta que Radio Cupido ha anunciado que el hijo pródigo ha vuelto. Solteras, ¡afilad las flechas, toca salir de caza, incluso yo! Aunque mi intención no es hacerme con la presa, sino meterle las flechas por donde le quepan y mandarlo de vuelta a Nueva York. Me niego a que descubra mi gran secreto.