Quienes estáis siguiendo esta serie de pódcasts sobre grandes viajes de la historia o quienes simplemente, os gusta leer literatura viajera sobre las grandes epopeyas de la exploración os habréis preguntado alguna vez, igual que me pregunto yo: ¿es que es solo había hombres en esa época? ¿las mujeres no viajaban, no exploraban? En este pódcast quiero dar respuesta a esta pregunta. Sí, pese a la marginación que han sufrido desde el inicio de los tiempos, pese a que siempre se las consideró inferiores al género masculino, pese a que la Historia con mayúscula siempre la escribieron hombres, pese a ser luego ninguneadas en los libros… sí, hubo mujeres viajeras, mujeres aventureras que pese a tener todo en contra llevaron a cabo grandes gestas de exploración. Una de ellas fue la británica Gertrude Bell, la protagonista de esta historia, cuya vida es simplemente fascinante. Os invito a conocerla.

No todos los grandes viajes pasan a la historia por sus éxitos. Algunos lo hacen, precisamente, por lo contrario, por sus fracasos…. convertidos en iconos o símbolos de la resistencia y la superación.

En las dos primeras décadas del siglo XX, el anglo-irlandés Ernest Henry Shackleton participó en tres grandes expediciones a la Antártida. Las dos primeras acabaron bien y las he narrado en anteriores capítulos de esta serie. Pero en la tercera todo se torció hasta encontrarse en las peores circunstancias imaginables. ¿Cómo consigue un equipo de 28 hombres regresar a casa cuando todo —y lo único— que les rodea es un inmenso desierto helado?

Os invito a compartir un viaje memorable que hizo historia pese a quedar muy lejos de objetivo: la Expedición Imperial Transantártica, liderada por Sir Ernest Shackleton.

Desde el último tercio del XVI, centenares de hombres asumieron como propios tres objetivos de lo más audaz: encontrar una ruta por los pasos del Noroeste y del Noreste entre los océanos Atlántico y Pacífico, y llegar el punto extremo del hemisferio septentrional, el Polo Norte, el paralelo 90º. Ese norte geográfico, donde se unen todos los meridianos, no está sobre tierra sino en medio del agua, en el helado Océano Ártico, un lugar inhóspito y cruel, en cuya búsqueda muchos de aquellos aventureros se dejaron la vida. Os invito a participar en algunos de los viajes más fascinantes de la historia emprendidos en la conquista del Polo Norte.

En 1850, si exceptuamos los polos, todo el mundo estaba explorado y buena parte de él, cartografiado. Habían nacido, alcanzo su cenit y desaparecido grandes imperios en todos los confines del planeta Tierra. En Europa habíamos pasado el Renacimiento, la Ilustración, la Revolución Francesa y la Revolución industrial. Y, sin embargo, el interior del África negra seguía siendo una mancha blanca en los mapas; a mitad del siglo XIX el enorme continente negro estaba aún lleno de incógnitas para el resto del mundo. Y de todas ellas, una acuciaba de forma muy especial a geógrafos, militares, políticos y público en general: dónde nacía el río Nilo. Resolver el mayor reto geográfico que quedaba en la historia de las exploraciones era una cuestión de honor, sobre todo para la potencia hegemónica: Gran Bretaña. Os invito a un viaje fascinante. O mejor, a varios viajes que constituyeron una de las más grandes epopeyas de la exploración del siglo XIX y cuyos artífices, hombres y también alguna mujer, sufrieron penalidades que hoy serían inimaginables para encontrar las fuentes del Nilo y así ensanchar las fronteras del conocimiento.

Con la conquista del Everest en 1953 parecían agotarse los grandes retos aventureros en la Tierra. Pero el afán viajero del hombre no tiene límites. En 1966 un anónimo aficionado a la vela británico, Francis Chichester, se le ocurrió hacerse a la mar con un pequeño velero de 16 metros de eslora y la peregrina idea de dar la vuelta al mundo en solitario. Y lo consiguió, además con una sola escala, en Sidney. Su aventura sirvió de inspiración para que dos años después un periódico propusiera una competición de locos: dar la vuelta al mundo en solitario, pero sin ninguna escala, algo que en pleno siglo XX nadie había conseguido hacer.

Os invito a embarcar en la Golden Globe Race, la primera regata de vuelta al mundo en solitario y sin escalas en la que nueve participantes tomaron la salida, pero solo uno regresó.

Durante siglos, la humanidad creyó en la existencia de un territorio en el extremo sur del globo que equilibraría los continentes del norte: una Terra Australis Ignota. Pero nadie había conseguido verla ni confirmar su existencia. La Antártida resultó ser el continente más frío, más ventoso, más seco y más inhabitable de todos. Y su punto central, el extremo sur del planeta Tierra, una ambición geopolítica y científica por la que lucharon hombres de todo tipo y naciones enteras. Os invito a un viaje apasionante: el que llevó al hombre a la conquista del polo Sur.