Su vida era el periodismo, y así lo dejó claro allá donde iba. A David Beriain no le importaba estar a miles de kilómetros de casa, comprendió que en 93 metros se puede encontrar la historia más grande y que no hay historias pequeñas, hay ojos pequeños.

David vuelve allá donde fue feliz, aunque pronto descubrirá otro gran sueño: ser corresponsal de guerra. Por fin podía dedicarse a lo que a él le encantaba y casi ningún país se resistió a sus botas de periodista. Viajaba para contar las historias que nadie contaba.

Vivía de su sueño, de su pasión.

El carácter afable y familiar de David marcó a quienes le conocieron en su etapa universitaria. Su pueblo, las clases en la facultad, las anécdotas con sus compañeros se convirtieron en esas bases sobre las que pronto David despegaría.

Y aprendió a volar. A volar muy alto.

Salió de Artajona dirección Pamplona. David Beriain empezó a estudiar Periodismo en la Universidad de Navarra, la carrera que mejor representaba aquello que a él le gustaba hacer: leer, observar y contar. Un tipo que preguntaba, a quién le gustaba cuestionar y al que siempre le gustaba conversar.

Allí forjó amistades que durarían muchos años y dejó huella en todos los que le recuerdan.

Para conocer a David hay que remontarse a sus orígenes. Artajona no solo fue su lugar de nacimiento. Artajona son las raíces, son sus profesores, son sus conocidos. Artajona es el lugar en el que David empezó a apuntar maneras. Su personalidad, sus aficiones, su inquietud y su cariño no dejaban indiferentes a nadie en el pueblo.

“No hay historias pequeñas", dijo un periodista. Esa es la esencia del pódcast realizado por un grupo de alumnos de periodismo de la Universidad de Navarra para presentar su Trabajo de Fin de Grado.

Su infancia, la elección de su carrera, su vida laboral, sus amigos, compañeros y su trabajo. Todo ello forma parte de la historia de David Beriáin. Un pódcast que resume su pasión y su esencia: contar historias.