El 16 de septiembre de 1977 María despertó temprano y pidió jugo de naranjas a la criada. Cuando regresó para retirarle la bandeja, no la encontró en la cama sino inconsciente en el piso del baño. La llevó de vuelta, la arropó, la Callas tomó café negro y se quejaba de un dolor punzante en su costado izquierdo. Llamaron a un médico que llegó de prisa, pero ya era tarde. María Callas, la prima donna absoluta, estaba muerta.

De pronto empezó a tratar a la diva como una posesión más y ella se fue deprimiendo y llenando de barbitúricos. Quedó embarazada como soñaba y Onasis la hizo abortar. Las humillaciones iban en una escalada sin vuelta atrás hasta que un día le dijo que debía abandonar el yate. Callas sabía que a penas ella se bajara, subiría Jaquelline Kennedy. Un espacio de Bárbara Espejo.

Ni toda su entrega ni toda su fama fueron suficientes. Por exigirle demasiado, por hacerla sufrir, se le arrancó la voz. Uno de los disparates más célebres tuvo lugar en 1958, cuando cantaba en Roma para el presidente italiano. Se burlaron de ella hasta hacerla huir del escenario. Antes de arrancar por un pasillo que comunicaba el teatro con el hotel, escribió una nota de disculpas para el público que nunca fue entregada. Las disculpas las envió la primera dama con flores al día siguiente y, cuando se cumplieron 50 años de “la espantada”, como se conoce el suceso, Roma le rindió un homenaje para compensar tan inmerecida humillación y pedirle perdón a la Callas. Un espacio de Bárbara Espejo.